Con esta frase sacada de Mars Attacks, quiero ilustrar un problema de mucha actualidad: la posibilidad de que una inteligencia artificial dañe advertida o inadvertidamente a humanos. Si el ámbito de una IA es algo concreto, como conducir un coche o reconocer rostros, igual podemos fiarnos, al fin y al cabo, en el segundo caso el daño que puede causar es muy limitado y en el primero, se puede controlar con facilidad que el coche se dirija hacia una posición segura. Pero hay muchos casos en los que esto no es posible, ya que la IA es de propósito más general y las decisiones tomadas son más complejas. Yo voy a intentar implementar las leyes de la robótica de Asimov en una IA de propósito general y probarla en un entorno seguro a ver cómo funciona.